A menudo el equipo médico de BlueHealthcare recibe comentarios de pacientes; en otras ocasiones incluso su agradecimiento a través de obsequios; pero estos días al correo del Dr. Francisco Mera, responsable de la Unidad de Long COVID, llegaba la historia de Dolores. Una mujer de 65 años que, tras haber superado el contagio inicial del virus, vive con una lista interminable de síntomas que se agravan con cualquier mínima afección. Su historia representa la de otros muchos pacientes de Covid Persistente.
Su vida antes de contraer el virus
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ToggleAntes de que el COVID apareciera en la vida de Dolores sus problemas de salud, que incluían insuficiencia respiratoria leve, una depresión controlada y algunas alergias, pero no le impedían llevar una vida activa. Sin embargo, tras recibir las primeras dosis de la vacuna, comenzó a notar algunos cambios: una sensación de cansancio y falta de aire que, si bien parecían aislados, le despertaron cierta preocupación. Pero fue en diciembre de 2022, cuando finalmente contrajo el virus, su salud experimentó un vuelco radical.
Cómo empezó todo
«Me dio de una forma muy fuerte, de forma que los estornudos hacían que me levantara de la cama, estaba extenuada, no quería nada más que descansar, estaba como atontada y como no sentía que me fuese a ahogar, aunque tenía disnea, pensé que ya me recuperaría. (…) Al mes siguiente tuve que acudir a urgencias por inflamación gastrointestinal con un fuerte dolor, sangrado e incapacidad de evacuar.»
Cuando sus síntomas se cronificaron
En un primer momento Dolores pensó que sus síntomas iniciales, los dolores, la disnea y la debilidad generalizada, serían temporales. Sin embargo, los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses, y sus síntomas no solo no desaparecieron, sino que empezaron a evolucionar en algo mucho más complejo. Lo que cuenta Dolores es común a millones de personas en todo el mundo que se enfrentan el desconcertante y debilitante Long COVID.
Una lista de interminables síntomas
El Long COVID es una condición impredecible, y Dolores es testigo de ello. Desde entonces, ha experimentado un sinfín de síntomas que fluctúan en intensidad y frecuencia.
«Cansancio, fatiga post esfuerzo, incapacidad de hacer apenas nada que requiriese el mínimo esfuerzo, no podía hablar apenas y mi voz era muy débil, náuseas, pies inflamados, disnea (por las noches peor, me despertaba con cortes de respiración), mucha taquicardia y latigazos del corazón, depresión, ansiedad, mal humor, diarrea, piel muy seca, ojos vidriosos, mucho sudor, dolor (el peor en el del esternón y las costillas, también de cabeza en las piernas, los brazos y la espalda), muchas intolerancias alimenticias, tos, fotofobia, insomnio, pesadillas, problemas para tragar, dificultad con el lenguaje tanto hablado como escrito (no encontrar la frase, cambiaba el orden de las palabras y no me acordaba de muchas) niebla mental, pérdida de memoria, acúfenos, astenia sexual, disminución del apetito, rinorrea y a veces sequedad nasal y de garganta, fuertes crisis de hipotermia (llegué a tener 32,3º de temperatura), sensibilidad dental y caries, uñas quebradizas, descoordinación, perdida del equilibrio en algún momento, algún temblor nocturno, dermatitis.«
Incapacidad para hacer una vida normal
Uno de los aspectos más desgarradores del Long COVID es cómo impacta la capacidad de las personas para realizar tareas cotidianas. Dolores menciona cómo la fatiga ha llegado a ser tan intensa que incluso ducharse se ha convertido en una tarea agotadora.
Vivir con tantas limitaciones llega a quebrar por completo tu salud mental. El aislamiento que muchas veces acompaña a esta condición agrava los sentimientos de ansiedad y depresión. El Long COVID no solo afecta el cuerpo, sino también la mente y el espíritu, y deja a quienes lo padecen en una especie de limbo, sin un fin claro a la vista.
Una situación clínica llena de dudas sin respuesta
Durante su travesía con Long COVID, Dolores ha enfrentado otro desafío: la falta de respuestas claras por parte del sistema de salud. Como tantos otros pacientes, Dolores ha visitado médicos, se ha sometido a pruebas y ha seguido tratamientos que en muchos casos no logran explicar el origen o la solución de sus síntomas. La sensación de incomprensión y falta de apoyo en el sistema sanitario es una constante en la vida de muchos pacientes de Long COVID. Dolores siente que sus síntomas no siempre son comprendidos o tomados en serio, y esto solo añade más peso a su carga emocional.
Su mejoría ha llegado gracias al Dr. Francisco Mera
Afortunadamente, Dolores encontró al Dr. Francisco Mera, quien le ofreció un tratamiento que trajo algo de alivio. Este tratamiento marcó un punto de inflexión en su vida, al menos en la medida en que le permitió tener momentos de estabilidad y algo de control sobre su salud. Sin embargo, los momentos de mejoría no han sido permanentes. Dolores ha experimentado recaídas, como cuando sufrió un herpes zóster que exacerbó nuevamente sus síntomas de Long COVID y la llevó a otra crisis.
Algo de luz al final del tunel
«Mi primera mejoría ocurrió cuando me empezó a hacer efecto el primer tratamiento que el Dr. Francisco Mera me puso, a partir de ahí fui mejorando con algunas crisis y cambios de tratamiento según lo que necesitase.»
Un testimonio para crear conciencia
La historia de Dolores Martín es una voz de advertencia, una invitación a la empatía y una llamada urgente a la acción.
Dolores ha decidido compartir su testimonio con la esperanza de que otros comprendan el impacto del Long COVID y la importancia de investigar y apoyar a quienes lo padecen. En su experiencia, se refleja la necesidad urgente de mayor conocimiento, investigación y recursos médicos para atender esta nueva condición.
El testimonio de Dolores es una llamada de atención para todos: Long COVID es una realidad que necesita ser reconocida, comprendida y abordada.
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