Hablemos de un tema que no deja de desconcertarme cada vez que escucho a una mujer que ha pasado una mastitis y que como consecuencia de la misma ha tenido que dejar la lactancia. En urgencias, la norma es prescribir antibióticos y si la mujer está muy molesta, como es lógico que lo va a estar, se le recomienda retirar la lactancia materna y pasar a lactancia artificial, que nunca conseguirá tener los mismos beneficios que la materna, por muchos estudios que se realicen y por más suplementación que se le sume.
Las mastitis agudas son las menos frecuentes, entre un 10-15% de las mastitis, aunque son las más molestas y las que más no hacen dejar la lactancia materna, porque se acompañan de mucha sintomatología. Las mastitis subagudas, no suelen tener tantos síntomas, pero si suelen tener pinchazos dolorosos en una mama de aspecto normal, y no se acompañan de toda la cascada inflamatoria de las agudas, pero si tienen disminución de la eyección láctea. Y por último, las subclínicas, que no tienen síntomas evidentes pero si una disminución de la salida de leche o de la producción de la misma.
Podemos confundir las mastitis agudas con dolores inespecíficos en las mamas de las mujeres que están dando el pecho, pero la clave para su diagnóstico continúa siendo los cinco signos de Celso o signos cardinales de la inflamación: rubor, tumor, calor , dolor e impotencia funcional. Es decir, comienza con pinchazos dolorosos en la zona que se inflama u obstruye, más indurada , que está más caliente que el resto de la mama y por último, al molestar tanto se intenta dar menos ese pecho. Esto sería el comienzo para su diagnóstico pero lo más importante es la fiebre, que suele acompañarse con escalofríos y sensación distérmica, no existe mastitis sin fiebre, y ese dato es muy importante, porque nos ayuda a diferenciar otro tipo de patologías no infecciosas, la fiebre es la respuesta del organismo ante una entrada de patógenos, es un mecanismo de defensa, en este caso en la mama, y en la mayoría de los casos es unilateral, en mi experiencia profesional sólo he visto una mastitis bilateral.
Sabemos que la glándula mamaria tiene un epitelio secretor –transitoriamente, desde el final del embarazo al final de lactancia- y, como los demás epitelios secretores (digestivo, genitourinario, cutáneo, respiratorio…), también tiene su propia microbiota. La leche materna es la principal fuente de probióticos (y otras bacterias) para la colonización del intestino del recién nacido, la primera microbiota en colonizar el intestino del recién nacido es la vaginal, en los partos que no terminan en cesáreas y la segunda es la de la lactancia materna, que le suministrará las defensas y el desarrollo adecuado en los primeros meses de vida.
La leche es una sustancia viva, tiene bacterias que conviven en tolerancia mutua, pero cuando hay un sobrecrecimiento de una cepa concreta se crea un desequilibrio llamado disbiosis, que genera el crecimiento exagerado de una cepa, obstruyendo poco a poco los conductos galactóforos de esa zona, provocando dolor al amamantar. Esto puede ocurrir por la entrada exógena de bacterias por grietas en el pezón desde la boca del bebé, o por una disbiosis producida por factores endógenos, ya sea por déficit o alteración de la microbiota por tratamientos antibióticos cercanos al parto o por múltiples factores que nos pueden inmunodeprimir empezando por el estrés o la falta de sueño.
El riesgo de padecer una mastitis es predominantemente durante los 6 primeros meses tras el nacimiento y eso se suele deber a una disminución en el recuento de polimorfonucleares y de linfocitos, que de manera natural nos defienden de patógenos, y que empiezan a aumentan a partir de los 6 primeros meses de vida, por eso, estaremos más expuestas durante ese periodo y se deberá prevenir durante ese tiempo mediante el uso de probióticos en mujeres con una microbiota más debilitada.
Las bacterias más habituales en la leche materna que provocan mastitis son los Staphylococcus: staphylococcus epidermidis y staphylococcus aureus; streptococcus: st. viridans (st. Mitis, st. Salivarius), son también comensales de la microbiota mamaria dentro de los miles de baterías que la conforman pero cuando existe un sobrecrecimiento empiezan los síntomas que pueden terminar con una mastitis.
Actualmente la mejor manera de defendernos frente a las mastitis es la higiene correcta de las mamas , comprobar que la técnica de lactancia es la correcta para conseguir una correcto vaciado de la misma y no tener un vaciado incompleto que pueda actuar como caldo de cultivo de bacterias; suele ocurrir con los extractores de leche, que nunca pueden compararse con la succión del bebé, aunque ya existen en el mercado algunos muy buenos para ayudar, pero no consiguen del todo el vaciado de la mama
El tratamiento de las mastitis agudas no debe comenzar con antibióticos a no ser que la sintomatología sea realmente florida y muy incómoda para la mujer. Cuando una mastitis se diagnostica al inicio se puede comenzar con la bacterioterapia (probióticos), antiinflamatorios y frío local. Los probióticos destacan por 2 cepas fundamentales: lactobacilus: Lactobacillus fermentum CECT 5716, Lactobacillus salivarius CECT 5713, extraídas de la leche materna, porque llegan bien por vía oral, aumentan las defensas en la mama al producir glutation (antioxidante natural) y mejorar la reacción inflamatoria de linfocitos y de secreción de Inmuoglobulina A. En 24- 48 h de tratamiento con probióticos se debe de notar una mejoría, sino fuera así. se debería administrar antibióticos, pero el gran problema es que las bacterias de la mama suelen tener muchas resistencias y estos no tienen un acceso tan rápido a la mama como los lactobacilus. Hay que intentar elegir el antibiótico correcto sobre todo si previamente hemos solicitado un cultivo de leche que nos podrá ayudar a su elección.
En mi experiencia profesional “más no suele ser mejor”, es decir, podemos empezar por los tratamientos menos agresivos, y si luego es preciso siempre hay tiempo de poder administrar los más potentes, por ello, mi recomendación para prevenir las mastitis comienza potenciando la microbiota ( tanto intestinal, como mamaria o vaginal) durante el embarazo, administrando probióticos durante el tercer trimestre y durante los 3 a 6 primeros meses postparto en aquellas madres dispuestas a pasar por una de las mejores experiencias de la maternidad, como es la lactancia materna, y sobre todo si han tenido tratamientos antibióticos durante el embarazo o el parto o si se le ha realizado una cesárea o por el propio hecho del estrés a lo desconocido al que estamos sometidas todas durante ese periodo de nuestra vida, que nos puede alterar nuestra microbiota.
Artículo escrito por nuestra doctora Alexandra Henríquez, responsable del área de Ginecología de Blue Healthcare, también especialista en senología y patología mamaria y en oncología ginecológica