Dra. Myriam Herrero Álvarez, Gastroenterólogo pediátrico en Blue Healthcare.
Un niño sano, de forma habitual padecerá unos 5-6 infecciones respiratorias a lo largo del año, con un pico de hasta el doble (o incluso el triple) en los primeros años de escolarización. Si contamos que un curso escolar al uso (sin pandemia de por medio) va desde septiembre hasta junio, estas 15-18 infecciones anuales resultan en que cada niño en sus primeros años de escuela infantil o escolarización tendrá aproximadamente 1 proceso catarral cada 15 días. En general son infecciones banales que se auto resuelven en unos días sin dejar secuelas, pero quedarán listos para contraer el siguiente cuadro catarral. Esto hace que «los mocos» sean unos compañeros inseparables de nuestros hijos durante TODO el curso escolar
Si hacemos una traducción simultánea de esos términos médicos que a los pediatras nos encanta utilizar para referirnos a cosas cotidianas, encontramos: rinorrea para los «mocos», febrícula para una temperatura comprendida entre 37 y 38 y fiebre a partir de 38, tos productiva cuando «arranca moco» y no productiva cuando es seca, e infección respiratoria de vías altas para un catarro común y corriente que todos conocemos como mi hijo tiene «tos y mocos» que puede ir acompañada de fiebre o sin ella.
¿Cómo manejar los catarros?
Sobre todo, con paciencia. Es importante saber que es un proceso corto, que va a durar unos días, aunque en algunos casos se puede prolongar hasta 2-3 semanas y empalmar con otro, pero mientras veamos al niño activo, haciendo su vida normal y comiendo de forma aceptable, así como sin ninguno de los signos de alarma que comentaremos después, sólo podremos esperar a que pase y hacer que nuestro hijo esté lo más confortable posible.
Da igual que el virus que el niño tenga se llame gripe, COVID o rinovirus, la realidad es que en general se comportará de forma benigna en niños causando los mocos y la tos, fiebre durante 2-3 días y dependiendo del apellido del virus asociará vómitos o diarrea, granitos en la piel o toses más o menos fuertes.
¿Qué tenemos a nuestro alcance para ello?
- Ofrecer abundantes líquidos para ayudar a fluidificar las secreciones y a que el niño esté bien hidratado aunque su ingesta de alimentos no sea excelente en este momento. Ello lo conseguiremos ofreciendo agua, leche, e incluso es un buen momento para ofrecer sopas que además de aumentar los líquidos, tendrán un efecto calmante en la garganta al estar calientes.
- Lavados nasales frecuentes y abundantes, sobre todo en los lactantes. Si un niño tiene la nariz tapada respirará por la boca, por lo que es razonable que le cueste más comer, es por eso que insistimos en realizar los lavados fundamentalmente antes de las tomas.
- Administrar antitérmico en caso de que el niño esté decaído, independientemente de la temperatura. No es tan importante esperar a que tenga 38 para administrarles un antitérmico ya que habrá niños que con 37,7 estén postrados y otros que con 38,2 estén corriendo y saltando, por lo que habrá que tratar preferiblemente el estado general y no fijarnos tanto en lo que marca el termómetro.
- En cuanto a los remedios caseros, la miel es la única que ha demostrado evidencia científica en su efecto calmante de la tos nocturna sin ser la panacea y teniendo en cuenta que está contraindicado su uso en los menores de 1 año.
Signos de alarma. ¿Cuándo consultar con el pediatra?
- Si el niño es menor de 3 meses y tiene fiebre.
En general a todos los menores de 3 meses (y de forma más especial en los menores de 1 mes) tendremos que observarles con más cuidado tanto si tienen rinorrea, tos, pero sobre todo fiebre, porque son más vulnerables a las infecciones graves.
- Si la fiebre dura más de 3 días
Un proceso vírico de forma habitual suele cursar con fiebre durante 3-4 días. Si dura más es conveniente que le vea un pediatra para valorar si hay alguna sobreinfección bacteriana del catarro como una otitis o una neumonía.
- Si salen manchitas en la piel
Hay muchos virus que hacen que salgan lo que llamamos exantemas que son granitos que a veces pican y otros no y que suelen verse y tocarse, pero hay unos granitos especiales que se llaman petequias, que en el caso de que las veamos aparecer hay que acudir lo antes posible a un servicio de urgencias. Las petequias son unas manchitas de la piel de color rojo vivo que característicamente no desaparecen cuando estiramos la piel. Ante la duda, es recomendable que lo vea un pediatra sin demora.
- Si le cuesta respirar
Si en cualquier momento del proceso respiratorio el niño tiene polipnea que significa que respira más deprisa de lo habitual o tiene tiraje que es cuando se marcan las costillas al respirar, hay que acudir al pediatra.
- Si está excesivamente decaído o irritable
Cuando nos sube la fiebre es normal que nos encontremos mal, pero un niño con un proceso vírico común cuando le baja la fiebre está activo y tiene ganas de jugar aunque a las 2 horas le vuelva a subir y esté otra vez menos activo. Si esto no es así, está muy postrado durante todo el tiempo y no se quiere ni mover o llora todo el tiempo como si le doliera algo, es signo de que algo no va bien y conviene que sea valorado por un pediatra.
- Si no quiere comer
Todos los niños comen menos cuando están enfermos, más aún los lactantes, y solemos decir que hasta la mitad de lo habitual es normal, pero si pasa comidas sin abrir la boca y no conseguimos que coma o beba nada, tendrá que verle un pediatra.
- Si se queja de dolor de oído
Se administrará ibuprofeno y si persiste el dolor más de 2 días, tiene fiebre alta o supura el oído, conviene consultar con el pediatra para descartar una otitis.
A pesar de todo esto y una vez que estemos vigilantes ante los síntomas de alarma, tendremos que tener en cuenta grandes verdades y falsos mitos:
- Los mocos y la tos nos van a acompañar desde septiembre hasta junio durante el primer año de escuela infantil y/o colegio, y en muchos casos el segundo y tercero también.
- El color de los mocos no cambia el tipo de infección, ya sean transparentes, amarillos, verdes o fosforitos no indican que la infección sea peor y necesite antibiótico.
- No existe una confabulación de los pediatras para decir que siempre es un virus y no poner antibióticos, tantos años de carrera no sólo sirven para recomendar lavados nasales, humidificadores y agua sino para aprender a diferenciar lo que es importante de lo que no lo es. Por eso cuando decimos que es un virus, no es que no tenga nada, es que no tiene nada grave en ese momento y que todos los signos de alarma los hemos descartado.
- No hay ningún jarabe, ya sea mucolítico o expectorante, NINGUNO, que mejore de forma concluyente la evolución de un resfriado, por eso hay tantos diferentes en el mercado.
- Si la fiebre no baja a 36.5 no pasa nada, no es que el niño tenga un virus peor o que necesite antibiótico, lo normal es que baje 1-1.5 grados con el antitérmico por lo que si el niño tiene 39 es raro que se quede afebril en poco rato. La cantidad de fiebre no gradúa la mayor o menor importancia de la infección, simplemente es una forma de nuestro organismo de defenderse frente a la infección. Lo más importante es el estado general del niño.
- Los catarros no se contraen por «coger frío» en el patio o «salir a la calle sin abrigar«, se contagian de persona a persona por gotitas de aire, o contacto con manos, juguetes, saliva, etc…
Si tienes cualquier duda, consulta a tu especialista pediátrico.