Cómo afectan las redes sociales a nuestra neurobiología

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Hoy vamos a analizar, por un lado, cómo pueden afectar las redes sociales a nuestra neurobiología y, por otro, los nuevos paradigmas de comunicación que se han instalado en la sociedad tras la pandemia.

La Covid-19 ha tenido lugar dentro de un mundo hiperconectado donde, cada día, de forma simultánea, el mundo entero podía tener acceso a toda la información mundial y a toda la situación epidemológica de cada rincón del mundo, gracias a las facilidades de comunicación con que contamos.

Imagine esto mismo allá por el año 1346, año en el que asolaba de forma virulenta la peste negra: si en aquellos tiempos el mundo hubiese estado tan hiperconectado como en 2020, posiblemente se hubieran evitado miles y miles de muertes.

Concretamente en España el uso de Internet se disparó de manera notable. Ya no solamente por el teletrabajo, que parece que ha venido para quedarse, sino también porque el uso de redes sociales aumentó de 13 a 75 horas a la semana. En niños y adolescentes la media aumentó de 37 a 83 minutos al día.

La experta en Neurociencias, Macarena Sánchez Rojas, investigó que en un minuto se compartían 277.000 tweets en el mundo, sin embargo, durante el confinamiento, se llegaron a compartir hasta 300 millones de tweets al mes.

Ahora bien, ¿Qué sucede a nivel cerebral y neuronal cuando tenemos tal sobrecarga de información? Puesto que las redes sociales precisan de atención, percepción y motivación, intervienen varios procesos que involucran varias áreas cerebrales: la corteza prefrontal dorsolateral, la amígdala, el giro temporal y la corteza asociativa parietal. Se necesitan de ambos hemisferios cerebrales para procesar tanta información y emociones.

¿Qué ofrecen las redes sociales? Inmediatez, personalización y bombardeo para la constante interacción , esto con el objetivo de que el usuario cada vez esté más enganchado y pase mayor tiempo frente a la pantalla.

Visto así, se podría considerar a las redes sociales como un constante estimulador cerebral, y es cierto. Pero, como en todo en la vida, en lel equilibrio está la virtud. ¿Dónde está la línea entre un uso controlado y de mero entretenimiento a un uso excesivo y perjudicial para la salud? Infinidad de veces hemos observado en una reunión de amigos o en un restaurante cómo a nuestro alrededor la gente interactúa sin dejar el móvil apartado.

El ser humano no puede vivir sin la interacción directa y el contacto físico. En edades tempranas es importantísimo que los niños interactúen y jueguen con otros niños, aprendan de ellos y generen vínculos. Esa es la única forma de que estimulen verdaderamente su neurodesarrollo de forma sana e interactiva. Por otro lado, en la adolescencia es fundamental no cerrarle la puerta a la comunicación, porque es una edad de grandes cambios donde los círculos sociales pueden influir de manera marcada en la vida adulta.

¿Puede entonces el uso excesivo de internet modular nuestra plasticidad cerebral? Sí, sin duda. Efectivamente, puede haber alteraciones neuroquímicas que se reflejen fuera de las pantallas: la necesidad de interacciones inmediatas con los demás; el distanciamiento social, debido a la gratificación de pasar más tiempo durante la pantalla; trastornos de sueño en niños y adultos por exceso de estímulos antes de dormir; emociones, como la ansiedad, por la necesidad de igualar las vidas tan perfectas que muchas veces nos muestra Instagram; o alteraciones como la dismorfia corporal, especialmente  en adolescentes.

Como decíamos unas líneas más arriba, en el equilibrio está la virtud. Así pues, debemos encontrar un balance entre la vida 2.0 y la vida fuera de las pantallas, donde cuidemos nuestra salud mental y la de los nuestros, especialmente la de los niños y los adolescentes.

Fuente: https://www.noticiasensalud.com/neurologia/2020/10/12/las-redes-sociales-y-la-neurobiologia/

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